Hay escenas en las que a uno le gustaría entrar para quedarse. No como la mayoría de las escenas, en las que uno entra, revisa, descubre cosas y luego se va. En la mayor parte de las escenas con las que me enfrento yo entro como la primera vez que visito a un amigo en su casa. Entro en el salón, miro los adornos que tiene sobre la mesa. Cojo un pisapapeles, lo curioseo, miro los libros que tiene por las estanterías, los discos junto al equipo de música… Si tiene un cuadro o una foto que conozco, me acerco y reviso los sentimientos que me despierta. Si tiene sobre la mesa un libro que he leído, me emociono un poco. Lo reconozco, soy un poco cotilla. A veces me fijo en un espejo, o en la forma de un sillón. Me imagino a mi amigo sentado una tarde de lluvia viendo una serie o una película en ese sillón, cómo se arrellanará en él, cómo se recostará.
En la mayor parte de las escenas en las que entro actúo de la misma forma: curioseo, reviso, sopeso… A veces me quedo con una frase concreta, con un tono, con la mirada de un personaje (si las actuaciones son malas, en vez de con personajes, soy incapaz ver al personaje y me limito a ver al actor).
Pero luego hay escenas en las que a uno le gustaría quedarse a vivir.
Son escenas que consiguen algo tan complicado como captar la esencia de la cotidianidad, la magia que la rodea.
En un episodio reciente de Cuéntame cómo pasó (el capítulo 278) había un par de estas escenas. Los guionistas Carlos Molinero y Jacobo Delgado consiguieron crear situaciones en los que conseguí sentirme realmente como en casa.
La primera escena era entre Carlos y Antonio. Padre e hijo coincidían en el comedor por la noche. Antonio se acaba de fumar un porro por primera vez en su vida y está muy relajado. Ha ido a la cocina a comer, porque le ha entrado un montón de hambre.
INT. COMEDOR – NOCHE
Antonio está cogiendo comida de la nevera. De pronto entra Carlos. Antonio da un respingo. Durante toda la escena Antonio está muy suelto, relajado por el porro que se acaba de fumar.
ANTONIO
Joder, hijo, qué susto me has dado
CARLOS
Perdona, no quería despertaros.
ANTONIO
¿Pero qué has hecho, que traes la boca como una mona?
CARLOS
Nada, yo no he hecho nada. ¿Qué voy a hacer?
ANTONIO
Que no has hecho nada…
CARLOS
Bueno, yo no quería…
ANTONIO
No se notaba que no quisieras.
CARLOS
¿Cómo que no se notaba?
ANTONIO
Pues que te he visto, hijo… en el chamizo te he visto.
CARLOS
Tú me has visto con Julia. Esto ha sido Emilia.
ANTONIO
(incrédulo)
¿Pero también has estado con Emilia?
CARLOS
No, hombre, no
ANTONIO
Pues entonces qué ha pasado
CARLOS
Pues que me ha asaltado. Ha empezado a…
ANTONIO
No, no, que qué ha pasado en el chamizo.
CARLOS
¿Qué va a pasar? Nada. Si nunca me dejas.
Si siempre apareces como por arte de magia.
ANTONIO
Vamos a ver, Carlos. Tú ya eres muy mayor para
tomar tus propias decisiones. Pero piénsate
las cosas antes de hacerlas. Porque todo
tiene consecuencias. Y sobre todo en este pueblo.
Antonio le pega un bocado a una manzana. Carlos se le queda mirando. Nota algo raro en su padre. No sabe lo que es, pero sabe que algo pasa.
ANTONIO
(con la boca llena)
Fíjate en tu padre. El año pasado. Delante de ti.
Hice lo que hice… y mira las consecuencias…
CARLOS
(interrumpiendo)
Papá, vale. Ya está. Que no he hecho nada.
Y no voy a hacer nada y no te tienes que preocupar.
ANTONIO
Pues entonces eso, cogitatus. Ya sabes.
Que Maurín es un bruto y siempre va con
la escopeta cargada.
Carlos se aguanta la risa. Su padre está raro, pero dócil. Y la situación le hace gracia
CARLOS
Pero bueno, ¿tú estás bien?
ANTONIO
(riendo, satisfecho)
Yo estoy cojonudamente, hijo.
Preocúpate por ti, no por mí.
Esta mañana ha llegado una cosa para ti,
pero como no te he visto en todo el día
no te la he podido dar.
CARLOS
¿qué te ha llegado para mí?
ANTONIO
(jugando)
¿Te la doy ahora, o te la doy mañana?
CARLOS
Dámelo ahora.
Antonio se levanta torpemente y saca de un cajón del aparador el paquete para Carlos. Se para a leerlo.
ANTONIO
Nuka
CARLOS
Dame, anda.
ANTONIO
¿Nuka, qué es, de Elena, Elenuca?
CARLOS
Qué va a ser de Elena. Anda,
trae. Es su nombre artístico.
ANTONIO
¿Es artista? Pues entonces te
conviene, hijo. ¿O también está casada?
CARLOS
Qué va a estar casada
ANTONIO
Pues si no está casada te conviene. Qué estas
son muy sueltas y tienen mucho mundo. Hazme caso
Carlos se ríe. Antonio va caminando ya hacia las habitaciones. Pero se para.
ANTONIO (CONT.)
Que no digo que no hagas lo que te dé la gana…
pero con cabeza. Fíjate en tu padre.
(fijándose en el paquete)
¿Qué es?
CARLOS
Tira p’al cuarto, anda.
ANTONIO
(riendo)
No, dime qué es.
CARLOS
Tira p’al cuarto, anda.
ANTONIO
Hasta mañana.
Antonio se va de la habitación comiendo la manzana. Carlos se queda abriendo el paquete y riéndose por la conversación tan rara que ha tenido con su padre.
Otra escena, un par de minutos después.
Julia, con la que ha estado tonteando toda la vida ha venido a visitarlo en mitad de la noche. Antes, en el chamizo, ha estado a punto de pasar algo entre ellos, como tantas otras veces.
EXT. CINE EN LA PLAZA DEL PUEBLO – NOCHE
El viento mueve la tela que hace de pantalla. Carlos y Julia están sentados en el patio de butacas improvisado. Están solos, en mitad de la noche. Hablan bajito, en tono confidencial, para no despertar a los vecinos. Están hablando de la primera película que fueron a ver juntos.
JULIA
Era una del oeste. A mí no me gustan.
Pero esta sí me gustó mucho.
CARLOS
Pues yo no me acuerdo de absolutamente
nada de la película. Sólo recuerdo que me sudaban
muchísimo las manos y que no veía el
momento de pasarte el brazo.
Guardan silencio. Miran a la pantalla muda movida por el viento. Finalmente, Julia rompe la quietud.
JULIA
Pues en la película había una chica que era
hija de un ranchero. ¿de verdad no te acuerdas?
CARLOS
No. Cuéntamela.
JULIA
Pues ella estaba enamoradísima del capataz. Pero como
él no hacía nada… al final se casaba con un militar
y se veía que iba a ser tan infeliz como su madre.
CARLOS
¿Seguro que estaba enamorada? ¿O simplemente no
quería pasar el resto de su vida en un rancho
militar rodeada de apaches?
JULIA
(segura, fijando la mirada en Carlos)
Ella estaba enamorada.
CARLOS
Y se daba cuenta justo antes de la boda.
Suena un poco raro, ¿eh?
JULIA
Lo que pasa es que el capataz era un burro que
no tenía ni idea de lo que es el amor.
CARLOS
Igual es que el capataz ya había hecho muchas tonterías por
amor y veía muy claro cuando alguien iba a cometer alguna.
JULIA
Igual es que el capataz se lo tenía un poco creído porque
de pequeños habían sido novios y él le había dado su primer beso.
CARLOS
Él sabía que no se pueden tomar decisiones importantes
en la vida por un beso que te diste hace diez años.
JULIA
A lo mejor el capataz no sabía besar.
Carlos recoge el guante. Los dos se quedan mirando. Se besan apasionadamente. Es un beso dado con hambre de años. Pero tras un momento, los dos se paran. No es posible. No pueden hacer eso.
CARLOS
El capataz había aprendido
Los dos ríen con tristeza. Se quedan mirando nuevamente la sábana movida por el viento.
JULIA
¿Sabes? Creo que la película no era del oeste.
Los dos ríen divertidos, aunque con cierta tristeza.
¿Por qué estas escenas son TAN BUENAS? Porque consiguen captar esencias, logran llevarnos a su terreno. Nos cuentan una historia basada en el subtexto. Por un lado, un padre que se las ha traído tiesas con su hijo bromea con él completamente colocado. Por otra parte, nos cuenta la mezcla de sensaciones que nos trae ese amor que hemos podido tener y que se nos escapa. Logran despertar nuestras emociones y nos hacen creer que nosotros mismos somos los que estamos en ese cine, en ese comedor, en esas vidas.